miércoles, 6 de junio de 2007

ESTRELLAS FUGACES


Agotò su belleza frente a un espejo en la Riviera...

Curiosa historia esta de la estrellita, el travesti mas pobre de la ciudadela, para ella estas fugaces palabras:

Según el periódico tan sólo se escuchó un grito espantoso sin saber muy bien de que lugar de la noche provenía. Un grito Munch que se congeló en el lienzo de la madrugada. Luego las cosas siguieron su rumbo: un cuerpo desplomándose sobre el suelo, un cuello de cisne cortado por donde la sangre se escapaba como a través de una tubería rota. Minutos más tarde, las moscas y la policía tratando de esclarecer la identidad de esa extraña mujer que tendida bocabajo daba tanta lástima, tanto pesar y tristeza. Debe ser una puta, diría uno de los agentes al mirarle por encima ese vestuario de quinta categoría, esa mano aún tibia tratando de alcanzar un pequeño bolso de cuero donde más tarde encontrarían unas cuchillas minora y algo de marihuana. Pero al llegar los de medicina legal las cosas cambiaron, el misterio fue revelado por los fotógrafos forenses para que las páginas judiciales de la ciudad dieran la primicia: Degollado encuentran a un travestí.

A Josué Ritz Payares lo conocí trece años atrás en la peluquería Cambios Visibles, para entonces aún no era el oscuro personaje al que le abrieron la garganta en dos con el filo de una botella partida. Recuerdo a un muchachito afeminado al que el apodo de estrellita le quedaba tan bonito, tan luminoso, que a veces lo eclipsaba con ese brillo prestado que nunca supo lucir muy bien, porque era tan pobre el maricón, porque el único lugar donde podía brillar era entre las sombras de algún callejón meado, o en las aceras de la calle murillo donde noche a noche taconeaba su delirio travestí, su fleteadas promesas de felicidad. Y fue tan benévolo uno de los periódicos que publicaron su muerte al darle la categoría de estilista de oficio, a el que nunca supo darle uso a unas tijeras a no ser para sacarle las tripas a quien atreviera a retarlo, a el que ni maquillarse sabía y tomaba cualquier cosa del cajón de ropa de la hermana, un retazo de tela mugre que alguna vez fue blanco anudado como falda, un par de tacones viejos, o blusas tan ajustadas que revelaban de inmediato su desnutrida figura o el defectuoso artesanal de sus tetas de trapo.

La primera vez que hizo su debut en la cárcel modelo, estrellita tenía tan sólo veinte años. Llegó modelando por los pasillos del penal, exhibiendo su escandaloso look de presidiaria travestí, traía consigo cicatrices recientes, como esa que adornaba su boca desfigurada, aquel recuerdo explosivo de una noche como cualquier otra en la que andaba de arriba abajo buscando algún levante, algún taxista jubilado que la trepara por unas cuantas monedas, y de repente en esa afanosa búsqueda, sin saber cómo, por qué, o de dónde, vino hasta ella ese proyectil, ese trozo de meteoro encendido que la tomó por sorpresa reventando en su cara como un planeta eclosionado que le arrancó la mitad de los dientes, aquella bomba de hechura casera que terminó de arruinar su rostro, porque la belleza a ella la miro con desgano, pero aún era tan joven, y tenía esos labios carnosos que pintaba y repintaba de rojo como una carnada que lanzaba besos al visaje rápido de los autos que cruzaban su camino, pero después de aquello no le quedó nada, su rostro se descomponía más a medida que los años, y las drogas y el licor barato...


La cárcel fue para estrellita un lugar común, un hogar con cama caliente y sexo penitenciario, hasta fue nombrada reina por los del patio quinto, quienes armaron una fiesta en su honor, nunca antes fue tan feliz la loca que desde entonces no se quitaba la coronita hecha de alambre y papel celofán, y que solo se quito para cedérsela a la Jessica su única amiga, su confidente, porque se que hoy salgo pero no sé cuándo vuelva , le diría antes de que uno de los guardias la llevara hasta la puerta de salida. Pero estrellita no volvió a ningún lado nunca, en su caída estrepitosa se quebró en mil pedazos, dejando una oscura mancha en el pavimento como único recuerdo de su vuelo fugaz por una ciudad sin gloria
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7 comentarios:

La generación fallida. dijo...

Qué bien John. Cuándo tendremos el honor de tu visita???

Anónimo dijo...

CUANDO ME INVITEN ALLI ESTARE SEGURO

JOHN

K dijo...

algo ví en el viejo Heraldo barranquillero, ya se me hacía raro un travisti que robaba celulares, como decía la cronica, pero me temo que la pobre estrellita, nació estrellada.
Abrazos.

Wittadlo Barón Ríos dijo...

Hermoso, definitivamente hermoso lo que haces better.

Besitos y abrazos nena.

Unknown dijo...

me gusto, usas tan bien la descripción, un beso te mereces, saludos desde chile, addio.-

johnbetter dijo...

GRACIAS NIÑO BELLO, GRACIAS MUCHAS

V. Menco Haeckermann dijo...

Ojalá las crónicas rojas de los periódicos tuvieran al menos un cuarto de la sensibilidad y elocuencia que muestras aquí, Better. De seguro los travestis de la ciudad se "morirían" porque les erigieras un monumento de palabras como éste.